A partir de las características de este monumento, de su contenido y de la cerámica recuperada, se puede datar en la segunda mitad del siglo II D.C. A pesar de su singularidad, no fue identificado hasta el año 1891 por el historiador Joaquim Botet Sisó.
La torre tiene una forma prismática, de base cuadrada maciza y consta de dos partes : una base más ancha que el resto del monumento y un cuerpo más esbelto. En la parte superior está el tejado terminado en baranda, la cual ocupa tres de las cuatro caras de la torre, está compuesta por un basamento separado del resto por unas hileras de tégula puestas como ornamentación, un cuerpo central un poco más estrecho y una especie de terraza en la parte superior, que seguramente venía coronada, en su momento, por un acabado en forma piramidal.
Tiene una altura total de 4,15 m. En la parte interior del basamento existe un vacío ovalado donde se depositaban las cenizas de los cadáveres incinerados. El monumento -al lado de un antiguo camino- podría pertenecer a algún destacado propietario y, a su alrededor, se encontraron restos de otros familiares o sirvientes.